miércoles, 6 de abril de 2016




La leyenda del señor de Xalpa.
En la sierra de Morones, hace ya incontables ayeres, vivió un señor cuyo oficio  era elaborar santos y cristos de caña. El proceso parecía simple: comprimía y con la caña empezaba a formar una nueva imagen, un nuevo cristo o un nuevo santo. Este señor, de quien muy pocos conocían su nombre de pila, era conocido como el Santero de las Sierra de Morones. Cuentan que una vez el Santero tuvo una disputa con un natural vecino también de la sierra del sur. A tal punto llegó la afrenta que acabaron con retarse a un duelo, el que llevo la peor parte fue aquel natural ya que perdió la vida. El homicidio obligo al Santero  a establecerse en otro lugar, fue Huanusco un pueblecito del cañón de Juchipila   el escogido para ocultarse mientras pasaba el tiempo,  y allí fue en donde poco a poco restableció su viejo oficio , la manufactura de crucifijos que aprendió en Michoacán.
Dicen los que saben que una ocasión el Santero  hizo varios cristos, hechos con maestría y gracia, pues pocos por la región le aventajaban en ese antiguo arte, y, aderezo su mula cargando dichos cristos, cruzo varios lugares, San Pedro, Mexiquito, Santa Clara, el barrial y Teocaltichillo, les ofreció a los cofrades y esos maravillados compraron el primer crucificado, siguió su camino por hacía el real de Xalpa, ahí busco al señor cura y le ofreció venderle el segundo crucifijo, pero el cura se excusó diciéndole que en ese momento no tenía dinero en ese momento para pagarle. El  Santero de la sierra, no queriendo perder la oportunidad de cuajar un buen negocio, le dijo que no se preocupara por el dinero, que él tenía que continuar su camino para ofrecer en algunas comunidades los cristos que traía y que regresando llegaría a Xalpa para saldar la cuenta, agarro rumbo por el camino real paso por el barrio de Abajo, San Nicolás, se tomó una copa en el Atorón paso por caballerías, Huaracha, el Ojo de Agua y Cofradía, bajo Achoquen. Se supo que dejo  otro cristo en Santa María Magdalena de Apotzolco, al cristo que dejo en dicha comunidad hoy se le conoce como el señor de la ascensión.
El arriero, aquel Santero de la sierra de Morones, nunca regreso a Xalpa, nunca más se supo de él,  quizás se le atravesó la venganza de la muerte que debía, jamás regreso a Xalpa por el adeudo, desde esas fecha se a rumorado que el  Sr. De Jalpa es hermano de los señores de la Ascensión de Teocaltichillo y Apotzolco (Actualmente Apozol) e incluso dicen que es primo del Sr. De los Rayos será por su factura michoacana.
Así fue como llego a Santiago de Xalpa Mineral el crucifijo que desde entonces lleva el nombre de EL SEÑOR DE JALPA,  Aunque también al principio se le conoció como San Salvador Diosca,  y quien fue según dicen después del incendio del templo en 1822 quien sustituyo s Santo Santiago muy venerado por toda la región.
Cuenta la leyenda que en la “Toma de Jalpa” alla por 1914, los federales tomaron a sangre y fuego al Mineral de Jalpa, los federales se encaminaron a la parroquia del Señor de  Jalpa, se aposentaron el ella estableciendo su cuartel. Un avaricioso e impío federal pretendió desprender del altar  mayor al santo señor de Jalpa, cosa que no pudo lograr, a pesar de que lo trataron de sacar de su Altar entre seis y cinco huachos (soldados) y el santo señor de Jalpa, impertérrito, continuaba en su sitio. Tal fue el coraje de uno de ellos que saco la reglamentaria y propino un balazo a la santa imagen en una de las rodillas saltando astillas de ella y clavándosele  sorprendentemente  en uno de los ojos del infractor que el instante se le vacío el ojo,  Y como era de esperarse los soldados  quedaron, más que asombrados, atolondrados ante maravilla tal, pues no daban crédito que semejaban cristo de caña pesara excesivamente, al menos eso fue lo que reportaron a su superior.
Pero una noche, cuando la tropa descansaba, recibieron un comunicado urgente: los soldados tuvieron que salir de su improvisado cuartel dejando la plaza  a la mayor brevedad. Tanto como pudieron se alistaron para salir de Jalpa,  con la valentía insuflándoseles los pechos y la confianza puesta en la armas, pues jamás dudaron de que saldría con la victoria en este nuevo combate.
Minutos después, cuando la tropa se alejaba se escucharon algunos ruidos del interior del templo.
La noche estaba muy obscura; apenas si se veía un palmo, a duras penas se escucharon unos pasos, era Juan el Sacristán del templo.
Luego Juan narro lo ocurrido: aprovechando que se habían ido los soldados, se  propuso sacar al señor de Jalpa de su aposento y lo logro como¡¡¡??, dijo que cuando estuvo el santo cristo en sus manos, un poco más grande que él y en su cruz de madera, “Era  ligero, tan ligero, como una pluma de  palomo colipavo, que suelen anidarse en los recovecos del vetusto templo”, y sin volver la vista Juan corrió por el Callejón del solitario para agarrar la calle primera de la parroquia hoy Obregón para enfilarse al barrio de arriba, corrió con tal desesperación , pues temía el regreso de la soldadesca. Por fin, con el cristo en sus manos, llego al barrio de San Antonio, para ocultarlo de las manos herejes de los changos pelones, como popularmente se les conocía a los soldados.
Por fin, el señor de Jalpa fue ocultado para librarlo de la rapiña revolucionaria.
Toda la gente sencilla y llena de fe platicaban en la plaza y calles lo que sucedió. Los soldados no pudieron cargar con el cristo, y eso que lo intentaron entre cinco y seis. Juan sin embargo, quizás por su buena intención de protegerlo, pudo lograr con la mayor facilidad, el Señor de Jalpa, sucede que hay veces en que se resiste a salir a la peregrinación cada primero de enero a las calles, sucede a   menudo que resulta complicado sacarlo de su altar que al igual que a los soldados se hace muy pesado y no hay fuerza humana que lo saque de ahí.



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