En la sierra de
Morones, hace ya incontables ayeres, vivió un señor cuyo oficio era elaborar santos y cristos de caña. El
proceso parecía simple: comprimía y con la caña empezaba a formar una nueva
imagen, un nuevo cristo o un nuevo santo. Este señor, de quien muy pocos
conocían su nombre de pila, era conocido como el Santero de las Sierra de Morones. Cuentan que una vez el Santero tuvo una disputa con un natural
vecino también de la sierra del sur. A tal punto llegó la afrenta que acabaron
con retarse a un duelo, el que llevo la peor parte fue aquel natural ya que
perdió la vida. El homicidio obligo al Santero a establecerse en otro lugar, fue Huanusco un
pueblecito del cañón de Juchipila el
escogido para ocultarse mientras pasaba el tiempo, y allí fue en donde poco a poco restableció su
viejo oficio , la manufactura de crucifijos que aprendió en Michoacán.
Dicen los que
saben que una ocasión el Santero hizo varios cristos, hechos con maestría y
gracia, pues pocos por la región le aventajaban en ese antiguo arte, y, aderezo
su mula cargando dichos cristos, cruzo varios lugares, San Pedro, Mexiquito,
Santa Clara, el barrial y Teocaltichillo, les ofreció a los cofrades y esos
maravillados compraron el primer crucificado, siguió su camino por hacía el real
de Xalpa, ahí busco al señor cura y le ofreció venderle el segundo crucifijo,
pero el cura se excusó diciéndole que en ese momento no tenía dinero en ese
momento para pagarle. El Santero de la sierra, no queriendo
perder la oportunidad de cuajar un buen negocio, le dijo que no se preocupara
por el dinero, que él tenía que continuar su camino para ofrecer en algunas
comunidades los cristos que traía y que regresando llegaría a Xalpa para saldar
la cuenta, agarro rumbo por el camino real paso por el barrio de Abajo, San
Nicolás, se tomó una copa en el Atorón paso por caballerías, Huaracha, el Ojo
de Agua y Cofradía, bajo Achoquen. Se supo que dejo otro cristo en Santa María Magdalena de
Apotzolco, al cristo que dejo en dicha comunidad hoy se le conoce como el señor
de la ascensión.
El arriero,
aquel Santero de la sierra de Morones, nunca regreso a Xalpa, nunca más se supo
de él, quizás se le atravesó la venganza
de la muerte que debía, jamás regreso a Xalpa por el adeudo, desde esas fecha
se a rumorado que el Sr. De Jalpa es
hermano de los señores de la Ascensión de Teocaltichillo y Apotzolco (Actualmente
Apozol) e incluso dicen que es primo del Sr. De los Rayos será por su factura
michoacana.
Así fue como
llego a Santiago de Xalpa Mineral el crucifijo que desde entonces lleva el
nombre de EL SEÑOR DE JALPA, Aunque
también al principio se le conoció como San Salvador Diosca, y quien fue según dicen después del incendio
del templo en 1822 quien sustituyo s Santo Santiago muy venerado por toda la
región.
Cuenta la
leyenda que en la “Toma de Jalpa” alla por 1914, los federales tomaron a sangre
y fuego al Mineral de Jalpa, los federales se encaminaron a la parroquia del
Señor de Jalpa, se aposentaron el ella
estableciendo su cuartel. Un avaricioso e impío federal pretendió desprender
del altar mayor al santo señor de Jalpa,
cosa que no pudo lograr, a pesar de que lo trataron de sacar de su Altar entre
seis y cinco huachos (soldados) y el santo señor de Jalpa, impertérrito,
continuaba en su sitio. Tal fue el coraje de uno de ellos que saco la
reglamentaria y propino un balazo a la santa imagen en una de las rodillas
saltando astillas de ella y clavándosele sorprendentemente en uno de los ojos del infractor que el instante
se le vacío el ojo, Y como era de esperarse
los soldados quedaron, más que
asombrados, atolondrados ante maravilla tal, pues no daban crédito que
semejaban cristo de caña pesara excesivamente, al menos eso fue lo que
reportaron a su superior.
Pero una noche,
cuando la tropa descansaba, recibieron un comunicado urgente: los soldados
tuvieron que salir de su improvisado cuartel dejando la plaza a la mayor brevedad. Tanto como pudieron se
alistaron para salir de Jalpa, con la
valentía insuflándoseles los pechos y la confianza puesta en la armas, pues
jamás dudaron de que saldría con la victoria en este nuevo combate.
Minutos después,
cuando la tropa se alejaba se escucharon algunos ruidos del interior del
templo.
La noche estaba
muy obscura; apenas si se veía un palmo, a duras penas se escucharon unos
pasos, era Juan el Sacristán del templo.
Luego Juan narro
lo ocurrido: aprovechando que se habían ido los soldados, se propuso sacar al señor de Jalpa de su
aposento y lo logro como¡¡¡??, dijo que cuando estuvo el santo cristo en sus
manos, un poco más grande que él y en su cruz de madera, “Era ligero, tan ligero, como una pluma de palomo colipavo, que suelen anidarse en los
recovecos del vetusto templo”, y sin volver la vista Juan corrió por el Callejón
del solitario para agarrar la calle primera de la parroquia hoy Obregón para
enfilarse al barrio de arriba, corrió con tal desesperación , pues temía el
regreso de la soldadesca. Por fin, con el cristo en sus manos, llego al barrio
de San Antonio, para ocultarlo de las manos herejes de los changos pelones,
como popularmente se les conocía a los soldados.
Por fin, el
señor de Jalpa fue ocultado para librarlo de la rapiña revolucionaria.
Toda la gente
sencilla y llena de fe platicaban en la plaza y calles lo que sucedió. Los
soldados no pudieron cargar con el cristo, y eso que lo intentaron entre cinco
y seis. Juan sin embargo, quizás por su buena intención de protegerlo, pudo
lograr con la mayor facilidad, el Señor de Jalpa, sucede que hay veces en que
se resiste a salir a la peregrinación cada primero de enero a las calles,
sucede a menudo que resulta complicado
sacarlo de su altar que al igual que a los soldados se hace muy pesado y no hay
fuerza humana que lo saque de ahí.
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