La antesala de
la Cristiada en Valparaíso, 1923-1927.
Por
Oliverio Sarmiento Pacheco
Cronista
de Valparaíso y docente de la UAZ.
Introducción
En
este modesto trabajo no voy a hablar de la fase armada que nació en 1926 y duró
hasta 1929 teniendo como cuna mi municipio en aquel 22 de agosto; tampoco
hablaré de la segunda parte que fue de 1933 a 1936 conocida como la segunda
Cristiada o “Rescoldo”, y mucho menos de
la tercera que nació en 1940 y culminó en el 41. Quiero centrarme en eso que
pocas veces se ha dicho: del conflicto de intereses entre los gobiernistas y el
clero católico, en el que los primeros pretendían afianzar al Estado
Revolucionario para emprender las Reformas emanadas de la Revolución y se
inscribían en la constitución de 1917 y
por otro, de la complicidad del Clero con el Estado para, de varias maneras,
buscar detener la aplicación de las mismas
Con
base a ello, iniciamos diciendo que ese fue el parte aguas para la organización
de tres sectores que se enfrentarían: por un lado la Iglesia y sus prosélitos,
los creyentes y fanáticos católicos; por el otro el gobierno con sus pobres
peticionarios de tierra y que se convirtieron en su carne de cañón para lograr
imponer la visión de estado que pretendía desde un principio el Grupo de sonora
que comenzó a organizar al país desde 1920 hasta 1934.
También
busco enfatizar que el movimiento tuvo como causas la inconformidad que le
generaron a la Iglesia los artículos tercero, 27, 123 y 130 constitucionales.
Fueron usados los fanáticos y los agraristas para dirimir la lucha por el
poder. A los primeros la Iglesia les
dijo que el gobierno quería quitar la religión y por eso habían cerrado los
templos. A los segundos les dijeron que los cristeros se oponían a la
aplicación de justicia emanada de la revolución. Y, tanto la Iglesia Mentía,
como el segundo porque ni era cierto que el gobierno cerró los templos, ni
tampoco fue cierto que el gobierno quería repartir las tierras.
El
trabajo se compone de cuatro apartados. Y comienza con un breve recorrido de
las relaciones entre Estado e Iglesia. El segundo trata del efecto de la
Revolución y Constitución en el municipio; el tercero de las implicaciones del
movimiento de Adolfo de la Huerta en Valparaíso, el cuarto se centra en las
causas que motivaron la guerra y la relación de los principales jefes cristeros
con el problema de la tierra y de su visión de la Revolución.
El contexto de las relaciones entre el Estado y la
Iglesia.
Hoy es
un día muy especial para la historia de Valparaíso. Y no sólo porque hablaremos
de un movimiento que tuvo su raigambre en este valle de la Purísima concepción,
sino porque este evento quedará registrado para la historia de hoy a cien años.
En que se abra la cápsula del tiempo.
Hablar
de la cristiada es aún muy arriesgado y temerario porque aunque inició en
agosto de 1926, o sea hace 90 años, aún viven familiares que participaron en el
bando de los defensores de la religión católicos y de Cristo Rey y eran
llamados los cristos, los cristeros y a sus dirigentes – esto es, los
sacerdotes nombrados faldillones- y en el bando del gobierno que eran llamados
callistas, gobiernistas o agraristas.
A estas fechas, no obstante el
progreso de los medios de comunicación y de la fácil interacción con las
informaciones del mundo, en el momento, no han impedido que la gente de
Valparaíso sea en su mayoría católica y su dependencia al padrecito o al señor
cura sea muy grande.
Valparaíso, cuya ubicación
geográfica es al occidente del Estado, a 150 kilómetros de la capital, estuvo
por muchos años relacionada con tres tipos de personajes: el presidente
municipal y junto con éste con el comisario; con el patrón pues por muchos años
las haciendas fueron el único, o en su mayor parte, y superior agente que
estaba por encima de su autoridad y, además, éste personaje era el que les daba
empleo o tierras para sembrar en aparcería, de modo que la relación era
directa; finalmente, el sacerdote quien, en poder llegaba a disputar con el
hacendado. Aunque en la mayoría de los casos el poder real lo tenía el
propietario de las tierras y de él dependía tanto la autoridad como el
sacerdote, se daba una unión de complicidades entre los tres tipos de personas.
Ejemplos al respecto podrían ser múltiples pero solo mencionaré que en plena
época liberal de Benito Juárez cuando las leyes de Reforma provocaron una
guerra y una confrontación de varios sectores sociales, en Valparaíso los
presidentes municipales tanto del Valle como de San Mateo, se coaligaban con
los sacerdotes para firmar la adhesión a Maximiliano de Habsburgo; o bien en
1874 cuando Lerdo de Tejada subió a rango constitucional las Leyes de Reforma y
exigió a las autoridades de todos los niveles
que las juraran so pena de recibir castigos entre ellos la remisión a la
prisión. En los mismos lugares (San Mateo y Valparaíso) fueron recluidos a la
cárcel municipal tanto los presidentes como algunos regidores y encargados de
las funciones públicas.
Entre más era la lejanía de los
poderes centrales como la gubernatura respecto a las poblaciones del Estado, la
forma de lograr la gobernación era la concesión del poder a las élites locales.
De modo que antes, durante y posteriormente a la Revolución era muy común que
las élites se mantuvieran unidas entre sí y cambiaban de filiación según el
gobierno estatal. Así el gobierno tanto federal como estatal logró apaciguar
los años convulsos heredados al porfirismo como el conflicto entre la iglesia y
el Estado o entre los pobladores que aspiraban a ciudadanos y los hacendados.
Muchos hacendados proponían las
autoridades de sus propiedades a los presidentes municipales y como éstos eran
de la élite política como los terratenientes, pues no tenían inconveniente en
aceptar. Así pasó con los comisarios de San Mateo, San Antonio de Padua,
Astillero, San Agustín, San Juan Capistrano. Todos ellos llevaban la bendición
de su patrón pues muchos de ellos eran trabajadores de las haciendas ya fuera
como “Labradores” o como sirvientes. Era muy raro que un peón lograra ser
autoridad comunitaria.
La Revolución y su efecto en Valparaíso, 1910-1917.
Los años
convulsos de la vida municipal no empató con lo que sucedía en el plano estatal
ni nacional pues en el Municipio el rescoldo villista fue tal que todavía a
mediados de 1921 los estertores de la lucha armada se dejaban oír. Eso sí, los
eventos nacionales era como chispas en la pradera del Valle de Valparaíso
puesto que de inmediato se levantaban en armas para defender al gobierno
revolucionario o bien al que cuestionaba a la autoridad constituida.
El municipio, después de Pinos, fue
el municipio que más haciendas tuvo, fueron 14, aunque algunos ranchos fueron
declarados como tales, especialmente aquellos que pertenecían a hacendados,
como Tejuján de los Felguérez; Milpillas de los Quintanar; Acatita o Terrero de
los Soto Valle; o incluso el ranchito de Atotonilco, que siendo un rancho se
administraba como si fuera una hacienda pero no dejaba de ser un pequeño predio
que no pasaba las 700 hectáreas.
Eso explica que una vez concluida la fase
armada y comenzada la etapa agrarista el sector de hacendados se coaligara entre
si para defenderse. En esa unión estuvieron los miembros de la élite económica
y política del valle. Muchos eran comerciantes y algunos más rancheros.
La Constitución del 1917 fue el
elemento que unió tanto a los hacendados como al clero y en sus patas se
llevaban a las autoridades que formaban esa clase política mencionada. Los
hacendados no sólo se enfrentaron al gobierno en cuanto al artículo 27 que
hablaba de la nacionalización de la Tierra y de la expropiación por utilidad
pública. También se defendieron del gobierno estatal por el decreto de la ley
agraria del 20 de noviembre de 1917 que daba al Estado las facultades para promover
el fraccionamiento de las grandes haciendas.
Por su parte, la Iglesia que había
sido lastimada con los liberales de Juárez y contentada con Porfirio Díaz, se
vio amenazada por tres artículos principales: el Tercero que hablaba de que la
educación sería a cargo del Estado; el 27 en que prohibía que las corporaciones
religiosas podían tener bienes raíces, entre otras cosas y, finalmente el 130,
que impedía la participación política de los sacerdotes y del clero. Allí,
podemos decir que nace el movimiento contrario al Estado Revolucionarios que
lograron formar y consolidad el Grupo de Sonora compuesto por Álvaro Obregón,
Plutarco Elías Calles, Adolfo de la Huerta y Benjamín Hill.
Aunque el gobierno de Venustiano
Carranza fue opositor al clero, no lo fue de los hacendados pues en su gobierno
logró detener, entre otros casos el decreto de Congregación para la hacienda de
San Mateo que el Congreso del Estado erigió desde marzo de 1917. Y como este
tipo de cosas implicaba dotar de tierras (de medio sitio de ganado mayor) a los
habitantes para su gobierno, por lo cual decretó en 1919 que no era de dotarse
ni de la categoría solicitada ni de las tierras que el representante de la
Comisión Nacional Agraria –Carlos Macías- promovía para tal efecto.
Cada movimiento político entre las
fuerzas revolucionarias era aprovechado por los sectores contrarrevolucionarios
(aclarar el término). Por ejemplo en el Estado la llegada de Enrique Estrada a
la gubernatura fue hostil a ambos sectores: hacendados e Iglesia. Para ello utilizaron
a los villista Justo Ávila y Teniente Coronel Julio Martínez quien, por su
parte era el Jefe de la Guarnición sentada en Fresnillo y su radio de
influencia estaba en la hacienda de Ábrego y su alcance era la de San Mateo,
Milpillas, Sombrerete, Saín Alto, entre otros lugares. Incluso, como ustedes
deben saber, él, por petición de Antonio Llaguno, dueño de la hacienda de San
Mateo, en acuerdo del Presidente Rafael Torres expulsó la población de esa
hacienda para que no se cumpliera el requisito del mínimo demográfico (500
personas).
O bien, la participación que
tuvieron los villistas en el detenimiento de la aplicación de las leyes
agrarias, que hizo que tuvieran ocupadas a las autoridades en sortear los
ataques que desde 1917 hasta 1920 hicieran a la población de la cabecera
municipal y por los ataques a las vías de comunicación como caminos y
correspondencia postal.
Era necesario que los niveles de
gobierno estuvieran comulgando con una sola decisión, pero la realidad mostró
una divergencia de ideas, proyectos y de prácticas. Mientras los hacendados
detenían con oposiciones y amparos los avances de las peticiones agrarias. Los
gobiernos se coaligaban con ellos para ayudarles a acabar con las intenciones
de los peticionarios de tierras. Sorprende, a manera de ejemplo, cómo en 1920
Julio Martínez le escribió un mensaje a Rigoberto Valdés y Valdés –ideólogo del
agrarismo en el Valle- para advertirle que no anduviera alborotando a los
campesinos de San Mateo, porque las tierras de riego estaban bajo su control.
Al mismo tiempo las autoridades del
municipio le promovían una demanda al mismo personaje agrarista por agravios y
atentados contra la autoridad, según alegaron cuando Valdés se quejó ante las
instancias correspondientes. Fue ese mismo año y se trataba de cuando Rigoberto
se postuló para presidente municipal pero recibió varias quejas del fraude que
se llevaba a cabo en San Juan Capistrano, San Antonio de Padua, Potrero de
Gallegos y San Mateo. En éste último, el encargado de vigilar el proceso
electoral era el hijo del administrador de la hacienda de nombre Santiago Pérez
e Inocente Pérez, respectivamente. Y por consejos de su padre Santiago tuvo que
renunciar fingiéndose enfermo.
En San Miguel todo el personal de la
hacienda promovía el voto en favor de José Colón pues él había sido trabajador
de la ahí y, además, defendía los intereses de los del Hoyo.
Desde 1917, los discursos de los
sacerdotes en los púlpitos, era anatemizando a los peticionarios de tierras,
diciendo que era pecado querer quitar los bienes ajenos. Y además pedían a las
mujeres que no tuvieran intimidad con los maridos si éstos insistían en su
pecado de solicitar las tierras. Podemos decir que con el decreto de la
Constitución y de la ley agraria de Zacatecas fue cuando comenzó el movimiento
que enraizaría con el enfrentamiento contra el gobierno.
La rebelión de Adolfo de la Huerta, antesala del
movimiento cristero.
En
Valparaíso prendió esta rebelión que fue el grito de protesta contra la
rotación del poder entre los amigos Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles y,
en ese tenor, fue como los sectores contrarrevolucionarios católicos y
hacendados se agruparon con Adolfo de la Huerta quien se había atrevido a
rebelarse contra el gobierno de Obregón quien se había empeñado en dejar el
poder a Calles.
Grandes personajes de la vida
política y militar del Estado se aliaron a esa rebelión y arrastraron a otros
caudillos del plano regional y municipal. Dice rubio que en Zacatecas la
rebelión de Adolfo de la Huerta fue Estradista[1] pues el ex gobernador
enrique había encabezado el movimiento arrastrando a Alfredo García, ex jefe de
Operaciones Militares en el Estado. También llevó consigo al teniente coronel
Julio Martínez quien tenía de su lado a Perfecto Castañón y a Pedro Quintanar[2].
Eso agitó la región y del lado del
gobierno de agruparon los líderes agraristas del Valle, entre ellos J. Jesús
Talamantes y su hermano Epigmenio; Pedro Chávez, Rigoberto Valdés y Valdés,
Porfirio Arellano, Francisco González, Manuel Gurrola, Juan T. Recéndez,
Remigio Ávila y otros que cohesionaban a las defensas civiles de las
comunidades principales.
Ese movimiento fue apoyado fuertemente
por la Iglesia y los hacendados pues para ese tiempo ya había un sindicato
católico en la cabecera que hacía la oposición a los agremiados del Club
Progreso y de la Asociación Progresista de Agricultores de Valparaíso (APAV).
Eso fue entre diciembre de 1923 y marzo del siguiente año.
Cuando
murió Julio Martínez entre los balazos que en Barranquillas se dieron los
delahuertistas y los gobiernistas encabezados por Talamantes, encontraron un
paquete de varios oficios entre los que había mucha correspondencia que
reflejaba la connivencia entre un sector del gobierno estatal, los diputados,
los hacendados y los seguidores de Julio Martínez. En la siguiente cita
textual, yo haré acotaciones para decir la función de cada personaje del tipo
que acabo de señalar.
El
documento es un oficio que el presidente municipal Leonardo Recéndez Dávila le
mandaba al General Brigadier Rosendo Rayas, Jefe de las Operaciones Militares
del Norte del Estado y dice así:
A instancias de esta presidencia ha
entregado el señor J. Clemente flores la documentación que en 15 fojas fue
encontrada en el bolsillo del Rebelde Julio Martínez al caer herido de muerte
en el combate efectuado en su contra el 18 del mes pasado por las fuerzas
leales que comandaba los capitanes J. Jesús Talamantes, Jefe de las fuerzas de
esta región y Úrsulo Pinedo de la gente armada de Jerez.
En dicha
documentación se servirá usted ver perfectamente comprobado el hecho de que
Federico M. Gutiérrez , vecino de esa ciudad de Fresnillo, y ahora con
residencia en la de México como diputado Suplente de Francisco Ollivier, así
como Francisco Ramírez y Manuel Felguérez y otros estaban en connivencia con el
mencionado rebelde a quien le transmitían toda clase de noticias.
Me permito
llamar a usted su atención muy especial en el hecho de que se desprende de la
carta firmada por Gutiérrez, referente a estar telegrafiando al gobernador
Moreno en nombre del rebelde, haciendo en creer al Ejecutivo que Martínez no
era sino gente armada bajo las órdenes con el objeto de tener así gente armada
bajo el pretexto para disponer de ella contra el gobierno mismo.
Tal cosa se
desprende también de la carta que firma Manuel Felguérez y la que suscribe y
otras personas que firman los demás documentos.
En resumen,
era el objeto el desarmar a la gente defensora de este lugar valiéndose del
doctor Moreno quien tuvo ligas sospechosas con Federico Gutiérrez, Manuel
Felguérez y demás, puesto que casi obedecía rápidamente las indicaciones que en
son de queja elevaba Julio Martínez, o más bien dicho, Federico M. Gutiérrez,
quien tomaba el nombre del rebelde para ello pues siempre fue el alma
intelectual de dicho Martínez.
Por lo tanto
suplico a usted consignar tales documentos ante la autoridad correspondiente a
fin de que se proceda con todo el rigor y oportunamente contra los enhenados
(sic)[3] en el asunto rebelde
encabezado por Julio Martínez contra el
supremo Gobierno legalmente constituido, suplicándole se sirva acusarme el
recibo correspondiente para los efectos de ley.
Esta ocasión
me proporciona el honor de hacer presente a usted mi atención y respeto.
Sufragio
Efectivo. No reelección.
Valparaíso,
marzo 7 de 1924.[4]
Derivamos
los nombres que se mencionan en el documento:
1. Clemente Flores, miembro de la Defensa
de Valparaíso.
2. J. Jesús Talamantes, Capitán que era Jefe de
las fuerzas Irregulares y de las Defensas civiles del Municipio y, además, era
el Presidente Municipal el 18 de febrero cuando se dio el enfrentamiento contra
julio Martínez.
3. Julio Martínez, teniente coronel que
estaba al cargo de la guarnición del gobierno en la hacienda de Ábrego.
4. Manuel Felguérez, hacendado de
Valparaíso, dueño de las haciendas de San Agustín del vergel y de El Astillero.
5. Francisco Ramírez, por muchos años
administrador de la hacienda de San Juan de la Tapia y era cuñado de Rogaciano
Felguérez, pues éste se casó con María Guadalupe Ramírez, ambos hijos de
Antonio Ramírez y María del Refugio Miranda.
6. Francisco Ollivier, había sido electo
como diputado federal para la XXX legislatura federal pero fue muerto en marzo
por apoyar a Adolfo de la Huera en su rebelión. Salió electo por el Distrito de
Fresnillo.
7. Federico M. Gutiérrez, había sido electo
diputado suplente de Ollivier y radicaba en México conspirando contra el
gobierno constitucional.
8. Doctor Donato Moreno, Gobernador
obregonista electo en 1920 y culminando su período gubernamental en 1924, pero
fue hecho prisionero a mediados de febrero por haberlo considerado cómplice de
la rebelión que encabezó Adolfo de la Huerta y que secundó enrique Estrada ey
el ex Jefe de Operaciones del Estado Alfredo García.
Fue un
movimiento que, hasta el momento agrupó a los habitantes del lado del gobierno
pues en la región Valparaíso, los perjuicios que Martínez había hecho fueron
rechazados. Pero se ha llegado a conocer que había varios implicados en la
rebelión entre ellos entre los que se encontraban Rosendo Raya y Pedro
Quintanar quien para el 18 de marzo ya se había amnistiado y había estado de
acuerdo con Julio Martínez quien, a su vez, tenía mucho poder en influencia en
el gobierno de Fresnillo.
Así nos lo hizo saber Gregorio
Mendiola, un guardia de la cárcel del lugar quien a mediados de enero había
acompañado, por órdenes del Comandante de la cárcel para que acompañara en una
comisión a Pedro Quintanar. Cosa que duró dos semanas y al regresar y
reincorporarse a su trabajo se toparon con que lo estaban acusando de haberse
involucrado con los sediciosos de Martínez.
Mendiola, aseguraba que fue con el
General Rosendo Rayas y que le dio un salvoconducto para sus movimientos pero
de regreso ya no pudo salir de la cárcel pues de inmediato lo encarcelaron.
Para sacarlo de la prisión era necesario que se presentara Pedro Quintanar como
testigo de haber sido él a quien había acompañado Mendiola. Pero como no
sucedió ninguna de las dos cosas, estuvo muchos meses, pues todavía el 25 de
abril –poco más de dos meses de haberse sofocado la rebelión de Dela Huerta- lo
tenían en la cárcel de Fresnillo.
Por haber sido Valparaíso un
escenario donde las fuerzas del orden habían participado y acabado la rebelión,
fue beneficiado con algunas dotaciones de tierras, como a aquella en que se les
dotó a la Villa de Valparaíso con 11 mil 564 hectáreas, siendo afectada la
hacienda de San Agustín con más de 9 mil.
Por eso no era un tema de causalidad que Felguérez encabezara la defensa de las
haciendas. Eso se dejó notar cuando se supo del fin de Martínez y Talamantes
como rivales, en que llegó Manuel Felguérez (hijo de Rogaciano) con más de 500
hombres para defenderse y acabar con los líderes agraristas. Entre ellos
andaban como cabecillas Pedro Quintanar, Reinaldo Cárdenas, alias “El Pecado”,
Lauro Franco. Y como sabían que el movimiento agraristas estaba descabezado,
fue cuando se armaron contra el gobierno que había sido partidario de la
Reforma Agraria.
La Iglesia y los hacendados tuvieron
temor que hubiera represalias por su participación en la rebelión
delahuertista. La inconformidad era grande, por eso aprovecharon la emisión de
la Ley Penal de Plutarco Elías Calles para exigir se detuviera su aplicación y
entre otras cosas realizaban complots contra la economía nacional y como en el
plano zacatecano tuvieron problemas para elegir al gobernador sucesor de Donato
Moreno, terminaron poniendo a Aureliano Castañeda, declarado partidario de las
ideas eclesiásticas y de los hacendados.
Mientras en esas estaban, Valparaíso
acababa de salir de aquel diluvio que duró cerca de 35 días y los desastres
eran mayores. Al mismo tiempo fue el año que la élite de gobierno municipal
tuvo problemas porque cada diciembre se elegía nuevo ayuntamiento y había
quedado para gobernar el de 1925 la planilla encabezada Rigoberto Valdés y
Valdés pero por las presiones de un ingeniero que medía las tierras para ser
fraccionadas llamado Enrique Sánchez Ortiz y Lauro G. Caloca, así como una
parte de la élite del valle que se oponían a las ideas de Valdés, lo derrocaron
en marzo quedando en su lugar Carlos González, pertenecientes al grupo
simpatizante de los hacendados y de la iglesia.
Ese mismo año fueron sorprendidos
repartiendo propaganda entre la población de Valparaíso, a los sacerdotes
Adolfo Arroyo, al mismo Mateo Correa y a Vicente Rodarte, Lucilo Caldera y
Pascual Padilla. Algunos implicados muy fuertemente eran Manuel Luna. Por eso
fueron recluidos a la cárcel de Santo Domingo. Por intermediación de varias
instancias y con apoyo de personas importantes como la hacendada Luz Llaguno
les mandaron alimentos y algunas otras cosas.
Don Cipriano Piña, de la Calera de
San Miguel, aseguraba haber oído varios sermones en el templo de Valparaíso y,
entre lo que: “Yo recuerdo que una vez que mi mamá nos llevó a misa al Valle […] El
cura del Valle era Mateo Correa, y esa vez que te digo que me llevó al Valle.
El sacerdote les decía a las personas que echaran sus hijos a las tropas para
defender a Cristo Rey.”[5]
Ya
se cernía y se enrarecía el ambiente político pues se daban tres
circunstancias: el decreto del código penal de Calles, el gobierno católico de
Castañeda en Zacatecas y los conflictos político electorales en Valparaíso, así
como el avance de la organización del sindicato de obreros católicos León XIII,
la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, y de la Liga Nacional de la
Defensa Religiosa que ya se había constituido a nivel nacional enrarecían el
clima socio político.
Es
decir, también el año de 1925 fue de fuertes conflictos tanto al interior de la
clase gobernante de Valparaíso, como de los sectores sociales que eran los
adeptos a los bandos que, por un lado, eran los defensores del gobierno federal
y, por el otro, los prosélitos del clero y los hacendados.
El
año de 1926 no fue tranquilo, inició con la oposición de la planilla
gubernamental de la presidencia dirigida por González a entregar el poder
municipal a la que había ganado el primer domingo de diciembre anterior y que
gobernaría todo el año de 1926. Al final de cuentas, al derrocar al gobernador
Castañeda quien solo presidió la gubernatura dos años (1924-1925) fue
sustituido por el también valparadisense Leonardo Recéndez Dávila. Gracias a
éste fue como se pudo arrebatar el poder a los adeptos del clero y hacendados
pues con Recéndez quien había tomado
poder el 2 de marzo de 1926 fue cuando se hizo el traspaso y la declaración de
legal la planilla de Epigmenio Talamantes, ganador de las elecciones
anteriormente.
Pero
la moneda ya estaba en el aire y ya comenzaban a detener sacerdotes y líderes
de las organizaciones clericales por oponerse a eventos cívicos y a boicotear
el comercio en algunas de las ciudades importantes. Lo mismo, por haberse
decretado por el supuesto oficial del cierre de los templos a mediados de 1925.
Solo faltaba la chispa que incendiara la pradera. Esa fue la que,
principalmente sucedió en Valparaíso en Agosto de ese mismo año.
Todos
sabemos que fue en Peña blanca y recorrió Peñitas de Oriente, luego subieron
por Maravillas a Viudas y sus dirigentes eran Aurelio Acebedo, Trinidad
Castañón; los Pinedo dirigidos por don Basilio, el patriarca de ellos; Los
Sánchez y por José Pasillas quien junto con Jesús Pinedo, fueron conocidos por
“El par de ases”.
Fue
hasta el 29 de agosto cuando se estrenaron los bandos rivales en la toma de
Huejuquilla cuando se demostró la unidad que había establecido Aurelio Acevedo,
líder intelectual de los cristos, y Pedro Quintanar, comandante en Jefe de los
defensores de la Libertad religiosa pues en el Valle sólo se habían levantado
en armas y no habían tenido enfrentamiento con las fuerzas gubernamentales.
Por su parte, el gobierno ya había afectado
las haciendas de Peña blanca, Lobatos, San Mateo, San Miguel, San Agustín del
vergel y San Juan de la Tapia a través del fraccionamiento. De igual forma,
pero por la vía de ejidos, a Cueva Grande, Lobatos y la cabecera. Ambas
circunstancias les dieron a ambos bandos los argumentos y fuerzas para
declararse la guerra. Así pasó y aunque ya había habido enfrentamientos armados
en Aguascalientes, Juchipila y Jalpa, éstos fueron en forma aislada. No fue
sino hasta el 22 de agosto cuando comenzó, de un modo más organizado y planeado
en Valparaíso el 22 de agosto de 1920, teniendo el antecedes del 15 de agosto
en Chalchihuites en el que los soldados asesinaron al Padre Luis Batís Ortega y
el sacristán Manuel Morales, Salvador Lara Puente y David Roldán Lara.
Acontecimiento en que Pedro Quintanar “por petición de los vecinos, dado su
prestigio como hombre de bien” acudió a salvarlos y perseguir a los de la
federación.
Allí
comenzó la epopeya cristera (narraciones literarias sobre una serie de
acontecimientos históricos de un mismo suceso).
Causas o mecanismos generativos y personajes por su
filiación de la cristiada.
En
primer lugar tenemos el “coraje” por parte de la iglesia de la pérdida de poder en los
procesos educativos; de las dificultades para disponer de riquezas como bienes
raíces y, sobre todo, de lo difícil que resultaba poder participar en la vida
política.
Por pate de los hacendados, la
arremetida de algunos gobernantes al reparto de tierras, como fue, para
Valparaíso los fraccionamientos de las haciendas de Valparaíso, San Juan de la
tapia, san Agustín, Astillero, Peña blanca, Santa Ana, Lobatos y San Mateo.
Algunos ranchos como Tejuján, El Terrero (Gambuta) y Atotonilco.
Por parte de un servidor, en otros
trabajos hemos demostrado que la causa primordial del involucramiento en
Valparaíso, fue el tema agrario pues si se revisa el perfil de los
participantes en el bando cristero se tiene que los principales dirigentes
tenían relaciones de clientela con los hacendados. Vayamos por partes.
Según Cipriano Piña, hermano del líder
que logró el reparto para la Calera de San Miguel, de San Miguel se
incorporaron 22 trabajadores de la hacienda en defensa de las tierras de la
“Curra” Amalia del Hoyo, mamá del Poeta Roberto Cabral del Hoyo, y quienes
participaron la mayoría de los Bonilla, principalmente Francisco a quien le
decían “el mechón”; de San Mateo se involucraron Jesús y Emeterio Blanco pues
desde hacía años habían sido trabajadores de confianza en la hacienda. En San
Agustín, destacan Los Francos, El Pecado -Reinaldo Cárdenas-; en Peña Blanca
los rancheros encargados de administrar la hacienda que era propiedad de
Herlinda Rivera viuda de Villalpando y que por haber sido afectada, para 1926
en tres ocasiones. De allí que los Pinedo fueran los que encabezaran el
movimiento.
Por
encima de ellos había tres personajes con alto grado de conciencia
antigobiernista pues su formación era de arraigo a la vida ranchera y
antirrevolucionaria. Por un lado Aurelio Acevedo, que había sido hijo de
Fructuoso Acevedo, administrador de San Antonio de la Sauceda y de San José de
Llanetes, pero había sido muerto por los villistas en 1913 cuando había ido a
rescatar a Trinidad Rivas, su par a quien habían plagiado los revolucionarios.
Por eso su rechazo a todo lo que oliera a revolución lo justificaba con su
orfandad.
En
el mismo sentido, en su vida ranchera había conocido la independencia y, a la
vez, su cercanía con la Iglesia, pues había nacido en Potrero de Gallegos pero
su actividad lo hacía migrar de un lugar para otro. Su fe religiosa fue unida a
su rechazo al gobierno y a su espíritu de necesitar poco del gobierno, por ello
no fue difícil convertirse en un líder nato contra el gobierno.
Por
otra parte estaba Pedro Quintanar, quien ya había participado en todas las
guerras. En 1913, cuando se dio la toma de Valparaíso por la gente de Pánfilo
Natera, fungía como Jefe de guarnición en la cabecera. En marzo de 1914 se
incorporó al ejército federal que defendía la plaza de la ciudad de Zacatecas
como Capitán en la sección de guías llevando consigo a su hijo Ignacio con
grado de Sargento. Éste fue muerto en Guadalupe cuando no logró escapar a
Aguascalientes en su huida.
Formó
parte de las Defensas Sociales que persiguieron a los villistas del Valle. A él
le tocó estar en 1916 cuando le tendieron la trampa a Santos Bañuelos en la
Purísima, por San Juan Capistrano y Santa Lucía. Eso sucedió después del 8 de
marzo en que se incorporó a las fuerzas del carrancista Eduardo Hernández,
quien a la postre se convirtió en el General que dirigió la Legión de Honor que
formara parte de la fuerza dirigida por Francisco Murguía y que combinando
fuerzas persiguieron a Francisco villa durante los años de 1916 a 1920. También
simpatizó con el movimiento de Adolfo de la huerta en 1923 y 1924 y fue puesto
en libertad en enero por órdenes de Julio Martínez. Se amnistió entre marzo y
abril y se recluyó en su rancho de Escobedo perteneciente a Milpillas.
Su
historia Familiar se enlazaba con los dueños de las haciendas de San José de
Llanetes y Purísima de Carrillo pues su bisabuelo Juan Quintanar se había
casado con Dominga Miranda, hermana de Manuel María Miranda Quien se casó con
una señora de apellido Chávez y habían tenido a María Guadalupe y Manuel María
Miranda. Estos hermanos se casaron con otros hermanos. La primera con remigio
Zamora y el otro con Petra Zamora.
El
papá de pedro, Antonio, se casó con Martha Zamora y allí le nació en parentesco
y como los Miranda de San José de Llanetes eran primos hermanos de la esposa de
Rogaciano Felguérez –María Guadalupe- no es difícil deducir que Quintanar, dado
su prestigio militar y de hombre que había peleado en casi todas las guerras,
se involucrara con las fuerzas de la Iglesia. Aunque hubo un periódico que
anunció que Quintanar se había rendido porque había tomado las armas en estado
de ebriedad, la revista David, asegura que solo fue para dar tiempo en que se
armaran otras localidades en la defensa de la religión. Se sabe, además, que
después de los arreglos en junio de 1929 en la hacienda de San José de
Llanetes, Quintanar se fue a radicar a Chihuahua desilusionado por haber sido
utilizado por el clero sin haber logrado nada.
Había
un tercer personaje: Justo Ávila Cataño. Él era un veterano de la revolución
Mexicana y, además, villista. Militó en las fuerzas de Santos Bañuelos y al
quedar son su líder, decidió realizar las mismas acciones que su General
Francisco Villa. Se trataba de debilitar al gobierno carrancista hasta
triunfar. Por ellos soló la región occidente del Estado, especialmente
Valparaíso, pues le dio más de tres ataques desde 1917, siendo el de mayor
envergadura el del 18 al 21 de mayo de 1918.
Para
pacificarlo, recurrieron a los mismo métodos utilizados con Francisco Villa: le
dieron las tierras pertenecientes a tres haciendas: Chacoaco, Santana y
Purísima de Carrillo. La cantidad sumaba más de 9300 hectáreas y se incluían
los ranchos de Las Rusias, Jarillas, El Tular y Ciénega Grande. El pacto de
cesión fue entre Justo Ávila y sus más de 40 seguidores, entre los que estaban
sus hermanos Francisco; sus sobrinos Miguel y Remigio; uno de apellido Félix y
su hijo Isidoro, se realizó en 1921 siendo gobernador el doctor Donato Moreno.
Dado
el poder que adquiría Justo y, según las quejas de los vecinos en el sentido
que se quería convertir en un tipo de hacendado el gobierno de Aureliano Castañeda y luego Fernando rodarte,
comenzaron a organizar a varios individuos que por motivo de las guerras se
habían emigrado a Estados Unidos o a algunas ciudades cercanas, para que se
organizaran y solicitaran tierras de las que disponía Ávila e instalaran
colonias de agricultores. Así fue como nació la idea de impulsar la colonia
“Fraternal” y la Benito Juárez. Y como cada vez los trámites avanzaban, fue
como Justo vio en el movimiento cristero la posibilidad de involucrar a su
gente en la defensa de sus tierras. Por eso fue involucrado hasta noviembre de
1927 cuando se veía amenazado su territorio. También se dice que no quería
involucrarse, pero que fue atacada la gente que formaba su ejército y que por eso
se vio envuelto en la vorágine cristera.
Como
verán, hay mucho que decir. Por esta vez solo hacemos la introducción de un
tema muy rico que no se agotará hoy y que en otro momento continuaremos
aportando datos nuevos sobre este conflicto que tuvo su escenario en el Valle
de Valparaíso, así como en el de Huejuquilla, principalmente.
Literatura
consultada:
Luis
Rubio Hernansaez. Zacatecas Bronco, 2010.
Oliverio
Sarmiento Pacheco. Tierra Sociedad y Política en Valparaíso, 1826-1940”;
2013, tesis
doctoral –está en prensa-.
Archivo
Histórico del Estado de Zacatecas (AHEZ).
Archivo
General de la Nación (AGN).
Archivo
del Registro Agrario Nacional (ARAN).
Archivo
del Departamento de Fraccionamientos rurales (ADFR).
Hemeroteca
de la Biblioteca “Mauricio Magdaleno” en la Ciudad de Zacatecas.
Copias
de cortesía de colegas cronistas como José Manuel de la Riva Esquive, de
Saín Alto y de
José Arturo Castillo Ramírez de Río Grande.
Entrevista
a Cipriano Piña, vecino de la Calera de San Miguel.
Jalpa,
27 de enero de 2017.
[1]
Rubio Hernansaez, Luis. Zacatecas Bronco. Introducción al movimiento cristero
en Zacatecas y norte de Jalisco. 2010.
[2]
AHEZ; Fondo Revolución; Serie, post revolución; “Denuncia por su apresamiento
en enero a abril de 1924”.
[3] Enhenar. “Cubrir o proteger con
heno”. http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=enhenar
2 comentarios:
¿Cuál de estas fotografías es Julio Martínez? Yo soy su bisnieto. Estoy buscando una fotografía de él. Gracias. Juan Alfredo Martinez-Arjona (fratermacarius@gmail.com)
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