“La danza de moros y
cristianos persiste hasta hoy en día, ¿es acaso el festejo tradicional más
ampliamente practicado en el país? Su persistencia no es accidental ni tampoco
obedece a su belleza o tipicidad. Su celebración no es exótica ni misteriosa,
sino que se puede conocer; ése es el propósito de este libro, que se conozca el
origen de esta danza como parte de nuestra identidad regional.”[1]
La danza persiste no
solo en México, aunque este estudio se limite al Cañón de Juchipila, también
está presente en casi todos los países latinoamericanos, esto sugiere que estamos
frente a un proceso más amplio y general.
La danza de los Tastoanes
es una aculturación, ya que ésta es el proceso mediante el cual dos o más
culturas se ponen en contacto para integrar un nuevo sistema, no implica la
integración, ni la absorción de la cultura de los derrotados por la cultura de
los vencedores. La aculturación implica modificaciones, a veces brutales en las
sociedades y culturas que establecen contacto, sobre todo si este es asimétrico,
desigual. Generalmente se ha admitido que tales transformaciones básicas se dan
de manera gradual y continua y con tendencia a la homogeneidad final.
Estas conclusiones no
son nuevas, pero contribuyen a cuestionar afirmaciones que se dicen evidentes,
por ejemplo que las poblaciones indígenas son los restos del pasado y que por
ello están destinadas a la desaparición. El libro sugiere que las poblaciones
indígenas son el resultado de la diversificación que se origina por el
contacto. Son tan actuales y modernas como las otras culturas derivadas del
mismo hecho. Son como las demás, distintas y nada más. Las culturas no son
estáticas, han sido transformadas y siguen siendo distintas, volverán a
transformarse y mantendrán su distinción.
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