domingo, 24 de julio de 2016

“La danza de moros y cristianos persiste hasta hoy en día, ¿es acaso el festejo tradicional más ampliamente practicado en el país? Su persistencia no es accidental ni tampoco obedece a su belleza o tipicidad. Su celebración no es exótica ni misteriosa, sino que se puede conocer; ése es el propósito de este libro, que se conozca el origen de esta danza como parte de nuestra identidad regional.”[1]
La danza persiste no solo en México, aunque este estudio se limite al Cañón de Juchipila, también está presente en casi todos los países latinoamericanos, esto sugiere que estamos frente a un proceso más amplio y general.      
La danza de los Tastoanes es una aculturación, ya que ésta es el proceso mediante el cual dos o más culturas se ponen en contacto para integrar un nuevo sistema, no implica la integración, ni la absorción de la cultura de los derrotados por la cultura de los vencedores. La aculturación implica modificaciones, a veces brutales en las sociedades y culturas que establecen contacto, sobre todo si este es asimétrico, desigual. Generalmente se ha admitido que tales transformaciones básicas se dan de manera gradual y continua y con tendencia a la homogeneidad final.
Estas conclusiones no son nuevas, pero contribuyen a cuestionar afirmaciones que se dicen evidentes, por ejemplo que las poblaciones indígenas son los restos del pasado y que por ello están destinadas a la desaparición. El libro sugiere que las poblaciones indígenas son el resultado de la diversificación que se origina por el contacto. Son tan actuales y modernas como las otras culturas derivadas del mismo hecho. Son como las demás, distintas y nada más. Las culturas no son estáticas, han sido transformadas y siguen siendo distintas, volverán a transformarse y mantendrán su distinción.




[1] Warman, Arturo.










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