viernes, 10 de febrero de 2017

La antesala de la Cristiada en Valparaíso, 1923-1927.
Por Oliverio Sarmiento Pacheco
Cronista de Valparaíso y docente de la UAZ.
Introducción

En este modesto trabajo no voy a hablar de la fase armada que nació en 1926 y duró hasta 1929 teniendo como cuna mi municipio en aquel 22 de agosto; tampoco hablaré de la segunda parte que fue de 1933 a 1936 conocida como la segunda Cristiada o “Rescoldo”, y  mucho menos de la tercera que nació en 1940 y culminó en el 41. Quiero centrarme en eso que pocas veces se ha dicho: del conflicto de intereses entre los gobiernistas y el clero católico, en el que los primeros pretendían afianzar al Estado Revolucionario para emprender las Reformas emanadas de la Revolución y se inscribían en la  constitución de 1917 y por otro, de la complicidad del Clero con el Estado para, de varias maneras, buscar detener la aplicación de las mismas
Con base a ello, iniciamos diciendo que ese fue el parte aguas para la organización de tres sectores que se enfrentarían: por un lado la Iglesia y sus prosélitos, los creyentes y fanáticos católicos; por el otro el gobierno con sus pobres peticionarios de tierra y que se convirtieron en su carne de cañón para lograr imponer la visión de estado que pretendía desde un principio el Grupo de sonora que comenzó a organizar al país desde 1920 hasta 1934.
También busco enfatizar que el movimiento tuvo como causas la inconformidad que le generaron a la Iglesia los artículos tercero, 27, 123 y 130 constitucionales. Fueron usados los fanáticos y los agraristas para dirimir la lucha por el poder.  A los primeros la Iglesia les dijo que el gobierno quería quitar la religión y por eso habían cerrado los templos. A los segundos les dijeron que los cristeros se oponían a la aplicación de justicia emanada de la revolución. Y, tanto la Iglesia Mentía, como el segundo porque ni era cierto que el gobierno cerró los templos, ni tampoco fue cierto que el gobierno quería repartir las tierras.
El trabajo se compone de cuatro apartados. Y comienza con un breve recorrido de las relaciones entre Estado e Iglesia. El segundo trata del efecto de la Revolución y Constitución en el municipio; el tercero de las implicaciones del movimiento de Adolfo de la Huerta en Valparaíso, el cuarto se centra en las causas que motivaron la guerra y la relación de los principales jefes cristeros con el problema de la tierra y de su visión de la Revolución.

El contexto de las relaciones entre el Estado y la Iglesia.

Hoy es un día muy especial para la historia de Valparaíso. Y no sólo porque hablaremos de un movimiento que tuvo su raigambre en este valle de la Purísima concepción, sino porque este evento quedará registrado para la historia de hoy a cien años. En que se abra la cápsula del tiempo.
Hablar de la cristiada es aún muy arriesgado y temerario porque aunque inició en agosto de 1926, o sea hace 90 años, aún viven familiares que participaron en el bando de los defensores de la religión católicos y de Cristo Rey y eran llamados los cristos, los cristeros y a sus dirigentes – esto es, los sacerdotes nombrados faldillones- y en el bando del gobierno que eran llamados callistas, gobiernistas o agraristas.
            A estas fechas, no obstante el progreso de los medios de comunicación y de la fácil interacción con las informaciones del mundo, en el momento, no han impedido que la gente de Valparaíso sea en su mayoría católica y su dependencia al padrecito o al señor cura sea muy grande.
            Valparaíso, cuya ubicación geográfica es al occidente del Estado, a 150 kilómetros de la capital, estuvo por muchos años relacionada con tres tipos de personajes: el presidente municipal y junto con éste con el comisario; con el patrón pues por muchos años las haciendas fueron el único, o en su mayor parte, y superior agente que estaba por encima de su autoridad y, además, éste personaje era el que les daba empleo o tierras para sembrar en aparcería, de modo que la relación era directa; finalmente, el sacerdote quien, en poder llegaba a disputar con el hacendado. Aunque en la mayoría de los casos el poder real lo tenía el propietario de las tierras y de él dependía tanto la autoridad como el sacerdote, se daba una unión de complicidades entre los tres tipos de personas. Ejemplos al respecto podrían ser múltiples pero solo mencionaré que en plena época liberal de Benito Juárez cuando las leyes de Reforma provocaron una guerra y una confrontación de varios sectores sociales, en Valparaíso los presidentes municipales tanto del Valle como de San Mateo, se coaligaban con los sacerdotes para firmar la adhesión a Maximiliano de Habsburgo; o bien en 1874 cuando Lerdo de Tejada subió a rango constitucional las Leyes de Reforma y exigió a las autoridades de todos los niveles  que las juraran so pena de recibir castigos entre ellos la remisión a la prisión. En los mismos lugares (San Mateo y Valparaíso) fueron recluidos a la cárcel municipal tanto los presidentes como algunos regidores y encargados de las funciones públicas.
            Entre más era la lejanía de los poderes centrales como la gubernatura respecto a las poblaciones del Estado, la forma de lograr la gobernación era la concesión del poder a las élites locales. De modo que antes, durante y posteriormente a la Revolución era muy común que las élites se mantuvieran unidas entre sí y cambiaban de filiación según el gobierno estatal. Así el gobierno tanto federal como estatal logró apaciguar los años convulsos heredados al porfirismo como el conflicto entre la iglesia y el Estado o entre los pobladores que aspiraban a ciudadanos y los hacendados.
            Muchos hacendados proponían las autoridades de sus propiedades a los presidentes municipales y como éstos eran de la élite política como los terratenientes, pues no tenían inconveniente en aceptar. Así pasó con los comisarios de San Mateo, San Antonio de Padua, Astillero, San Agustín, San Juan Capistrano. Todos ellos llevaban la bendición de su patrón pues muchos de ellos eran trabajadores de las haciendas ya fuera como “Labradores” o como sirvientes. Era muy raro que un peón lograra ser autoridad comunitaria.

La Revolución y su efecto en Valparaíso, 1910-1917.

Los años convulsos de la vida municipal no empató con lo que sucedía en el plano estatal ni nacional pues en el Municipio el rescoldo villista fue tal que todavía a mediados de 1921 los estertores de la lucha armada se dejaban oír. Eso sí, los eventos nacionales era como chispas en la pradera del Valle de Valparaíso puesto que de inmediato se levantaban en armas para defender al gobierno revolucionario o bien al que cuestionaba a la autoridad constituida.
            El municipio, después de Pinos, fue el municipio que más haciendas tuvo, fueron 14, aunque algunos ranchos fueron declarados como tales, especialmente aquellos que pertenecían a hacendados, como Tejuján de los Felguérez; Milpillas de los Quintanar; Acatita o Terrero de los Soto Valle; o incluso el ranchito de Atotonilco, que siendo un rancho se administraba como si fuera una hacienda pero no dejaba de ser un pequeño predio que no pasaba las 700 hectáreas.
 Eso explica que una vez concluida la fase armada y comenzada la etapa agrarista el sector de hacendados se coaligara entre si para defenderse. En esa unión estuvieron los miembros de la élite económica y política del valle. Muchos eran comerciantes y algunos más rancheros.
            La Constitución del 1917 fue el elemento que unió tanto a los hacendados como al clero y en sus patas se llevaban a las autoridades que formaban esa clase política mencionada. Los hacendados no sólo se enfrentaron al gobierno en cuanto al artículo 27 que hablaba de la nacionalización de la Tierra y de la expropiación por utilidad pública. También se defendieron del gobierno estatal por el decreto de la ley agraria del 20 de noviembre de 1917 que daba al Estado las facultades para promover el fraccionamiento de las grandes haciendas.
            Por su parte, la Iglesia que había sido lastimada con los liberales de Juárez y contentada con Porfirio Díaz, se vio amenazada por tres artículos principales: el Tercero que hablaba de que la educación sería a cargo del Estado; el 27 en que prohibía que las corporaciones religiosas podían tener bienes raíces, entre otras cosas y, finalmente el 130, que impedía la participación política de los sacerdotes y del clero. Allí, podemos decir que nace el movimiento contrario al Estado Revolucionarios que lograron formar y consolidad el Grupo de Sonora compuesto por Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Adolfo de la Huerta y Benjamín Hill.
            Aunque el gobierno de Venustiano Carranza fue opositor al clero, no lo fue de los hacendados pues en su gobierno logró detener, entre otros casos el decreto de Congregación para la hacienda de San Mateo que el Congreso del Estado erigió desde marzo de 1917. Y como este tipo de cosas implicaba dotar de tierras (de medio sitio de ganado mayor) a los habitantes para su gobierno, por lo cual decretó en 1919 que no era de dotarse ni de la categoría solicitada ni de las tierras que el representante de la Comisión Nacional Agraria –Carlos Macías- promovía para tal efecto.
            Cada movimiento político entre las fuerzas revolucionarias era aprovechado por los sectores contrarrevolucionarios (aclarar el término). Por ejemplo en el Estado la llegada de Enrique Estrada a la gubernatura fue hostil a ambos sectores: hacendados e Iglesia. Para ello utilizaron a los villista Justo Ávila y Teniente Coronel Julio Martínez quien, por su parte era el Jefe de la Guarnición sentada en Fresnillo y su radio de influencia estaba en la hacienda de Ábrego y su alcance era la de San Mateo, Milpillas, Sombrerete, Saín Alto, entre otros lugares. Incluso, como ustedes deben saber, él, por petición de Antonio Llaguno, dueño de la hacienda de San Mateo, en acuerdo del Presidente Rafael Torres expulsó la población de esa hacienda para que no se cumpliera el requisito del mínimo demográfico (500 personas).
            O bien, la participación que tuvieron los villistas en el detenimiento de la aplicación de las leyes agrarias, que hizo que tuvieran ocupadas a las autoridades en sortear los ataques que desde 1917 hasta 1920 hicieran a la población de la cabecera municipal y por los ataques a las vías de comunicación como caminos y correspondencia postal.
            Era necesario que los niveles de gobierno estuvieran comulgando con una sola decisión, pero la realidad mostró una divergencia de ideas, proyectos y de prácticas. Mientras los hacendados detenían con oposiciones y amparos los avances de las peticiones agrarias. Los gobiernos se coaligaban con ellos para ayudarles a acabar con las intenciones de los peticionarios de tierras. Sorprende, a manera de ejemplo, cómo en 1920 Julio Martínez le escribió un mensaje a Rigoberto Valdés y Valdés –ideólogo del agrarismo en el Valle- para advertirle que no anduviera alborotando a los campesinos de San Mateo, porque las tierras de riego estaban bajo su control.
            Al mismo tiempo las autoridades del municipio le promovían una demanda al mismo personaje agrarista por agravios y atentados contra la autoridad, según alegaron cuando Valdés se quejó ante las instancias correspondientes. Fue ese mismo año y se trataba de cuando Rigoberto se postuló para presidente municipal pero recibió varias quejas del fraude que se llevaba a cabo en San Juan Capistrano, San Antonio de Padua, Potrero de Gallegos y San Mateo. En éste último, el encargado de vigilar el proceso electoral era el hijo del administrador de la hacienda de nombre Santiago Pérez e Inocente Pérez, respectivamente. Y por consejos de su padre Santiago tuvo que renunciar fingiéndose enfermo.
            En San Miguel todo el personal de la hacienda promovía el voto en favor de José Colón pues él había sido trabajador de la ahí y, además, defendía los intereses de los del Hoyo.
            Desde 1917, los discursos de los sacerdotes en los púlpitos, era anatemizando a los peticionarios de tierras, diciendo que era pecado querer quitar los bienes ajenos. Y además pedían a las mujeres que no tuvieran intimidad con los maridos si éstos insistían en su pecado de solicitar las tierras. Podemos decir que con el decreto de la Constitución y de la ley agraria de Zacatecas fue cuando comenzó el movimiento que enraizaría con el enfrentamiento contra el gobierno.

La rebelión de Adolfo de la Huerta, antesala del movimiento cristero.

En Valparaíso prendió esta rebelión que fue el grito de protesta contra la rotación del poder entre los amigos Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles y, en ese tenor, fue como los sectores contrarrevolucionarios católicos y hacendados se agruparon con Adolfo de la Huerta quien se había atrevido a rebelarse contra el gobierno de Obregón quien se había empeñado en dejar el poder a Calles.
            Grandes personajes de la vida política y militar del Estado se aliaron a esa rebelión y arrastraron a otros caudillos del plano regional y municipal. Dice rubio que en Zacatecas la rebelión de Adolfo de la Huerta fue Estradista[1] pues el ex gobernador enrique había encabezado el movimiento arrastrando a Alfredo García, ex jefe de Operaciones Militares en el Estado. También llevó consigo al teniente coronel Julio Martínez quien tenía de su lado a Perfecto Castañón y a Pedro Quintanar[2].
            Eso agitó la región y del lado del gobierno de agruparon los líderes agraristas del Valle, entre ellos J. Jesús Talamantes y su hermano Epigmenio; Pedro Chávez, Rigoberto Valdés y Valdés, Porfirio Arellano, Francisco González, Manuel Gurrola, Juan T. Recéndez, Remigio Ávila y otros que cohesionaban a las defensas civiles de las comunidades principales.
            Ese movimiento fue apoyado fuertemente por la Iglesia y los hacendados pues para ese tiempo ya había un sindicato católico en la cabecera que hacía la oposición a los agremiados del Club Progreso y de la Asociación Progresista de Agricultores de Valparaíso (APAV). Eso fue entre diciembre de 1923 y marzo del siguiente año.
Cuando murió Julio Martínez entre los balazos que en Barranquillas se dieron los delahuertistas y los gobiernistas encabezados por Talamantes, encontraron un paquete de varios oficios entre los que había mucha correspondencia que reflejaba la connivencia entre un sector del gobierno estatal, los diputados, los hacendados y los seguidores de Julio Martínez. En la siguiente cita textual, yo haré acotaciones para decir la función de cada personaje del tipo que acabo de señalar.
El documento es un oficio que el presidente municipal Leonardo Recéndez Dávila le mandaba al General Brigadier Rosendo Rayas, Jefe de las Operaciones Militares del Norte del Estado y dice así:
A instancias de esta presidencia ha entregado el señor J. Clemente flores la documentación que en 15 fojas fue encontrada en el bolsillo del Rebelde Julio Martínez al caer herido de muerte en el combate efectuado en su contra el 18 del mes pasado por las fuerzas leales que comandaba los capitanes J. Jesús Talamantes, Jefe de las fuerzas de esta región y Úrsulo Pinedo de la gente armada de Jerez.
En dicha documentación se servirá usted ver perfectamente comprobado el hecho de que Federico M. Gutiérrez , vecino de esa ciudad de Fresnillo, y ahora con residencia en la de México como diputado Suplente de Francisco Ollivier, así como Francisco Ramírez y Manuel Felguérez y otros estaban en connivencia con el mencionado rebelde a quien le transmitían toda clase de noticias.
Me permito llamar a usted su atención muy especial en el hecho de que se desprende de la carta firmada por Gutiérrez, referente a estar telegrafiando al gobernador Moreno en nombre del rebelde, haciendo en creer al Ejecutivo que Martínez no era sino gente armada bajo las órdenes con el objeto de tener así gente armada bajo el pretexto para disponer de ella contra el gobierno mismo.
Tal cosa se desprende también de la carta que firma Manuel Felguérez y la que suscribe y otras personas que firman los demás documentos.
En resumen, era el objeto el desarmar a la gente defensora de este lugar valiéndose del doctor Moreno quien tuvo ligas sospechosas con Federico Gutiérrez, Manuel Felguérez y demás, puesto que casi obedecía rápidamente las indicaciones que en son de queja elevaba Julio Martínez, o más bien dicho, Federico M. Gutiérrez, quien tomaba el nombre del rebelde para ello pues siempre fue el alma intelectual de dicho Martínez.
Por lo tanto suplico a usted consignar tales documentos ante la autoridad correspondiente a fin de que se proceda con todo el rigor y oportunamente contra los enhenados (sic)[3] en el asunto rebelde encabezado por Julio Martínez  contra el supremo Gobierno legalmente constituido, suplicándole se sirva acusarme el recibo correspondiente para los efectos de ley.
Esta ocasión me proporciona el honor de hacer presente a usted mi atención y respeto.
Sufragio Efectivo. No reelección.
Valparaíso, marzo 7 de 1924.[4]

Derivamos los nombres que se mencionan en el documento:
1.    Clemente Flores, miembro de la Defensa de Valparaíso.
2.     J. Jesús Talamantes, Capitán que era Jefe de las fuerzas Irregulares y de las Defensas civiles del Municipio y, además, era el Presidente Municipal el 18 de febrero cuando se dio el enfrentamiento contra julio Martínez.
3.    Julio Martínez, teniente coronel que estaba al cargo de la guarnición del gobierno en la hacienda de Ábrego.
4.    Manuel Felguérez, hacendado de Valparaíso, dueño de las haciendas de San Agustín del vergel y de El Astillero.
5.    Francisco Ramírez, por muchos años administrador de la hacienda de San Juan de la Tapia y era cuñado de Rogaciano Felguérez, pues éste se casó con María Guadalupe Ramírez, ambos hijos de Antonio Ramírez y María del Refugio Miranda.
6.    Francisco Ollivier, había sido electo como diputado federal para la XXX legislatura federal pero fue muerto en marzo por apoyar a Adolfo de la Huera en su rebelión. Salió electo por el Distrito de Fresnillo.
7.    Federico M. Gutiérrez, había sido electo diputado suplente de Ollivier y radicaba en México conspirando contra el gobierno constitucional.
8.    Doctor Donato Moreno, Gobernador obregonista electo en 1920 y culminando su período gubernamental en 1924, pero fue hecho prisionero a mediados de febrero por haberlo considerado cómplice de la rebelión que encabezó Adolfo de la Huerta y que secundó enrique Estrada ey el ex Jefe de Operaciones del Estado Alfredo García.

Fue un movimiento que, hasta el momento agrupó a los habitantes del lado del gobierno pues en la región Valparaíso, los perjuicios que Martínez había hecho fueron rechazados. Pero se ha llegado a conocer que había varios implicados en la rebelión entre ellos entre los que se encontraban Rosendo Raya y Pedro Quintanar quien para el 18 de marzo ya se había amnistiado y había estado de acuerdo con Julio Martínez quien, a su vez, tenía mucho poder en influencia en el gobierno de Fresnillo.
            Así nos lo hizo saber Gregorio Mendiola, un guardia de la cárcel del lugar quien a mediados de enero había acompañado, por órdenes del Comandante de la cárcel para que acompañara en una comisión a Pedro Quintanar. Cosa que duró dos semanas y al regresar y reincorporarse a su trabajo se toparon con que lo estaban acusando de haberse involucrado con los sediciosos de Martínez.
            Mendiola, aseguraba que fue con el General Rosendo Rayas y que le dio un salvoconducto para sus movimientos pero de regreso ya no pudo salir de la cárcel pues de inmediato lo encarcelaron. Para sacarlo de la prisión era necesario que se presentara Pedro Quintanar como testigo de haber sido él a quien había acompañado Mendiola. Pero como no sucedió ninguna de las dos cosas, estuvo muchos meses, pues todavía el 25 de abril –poco más de dos meses de haberse sofocado la rebelión de Dela Huerta- lo tenían en la cárcel de Fresnillo.
            Por haber sido Valparaíso un escenario donde las fuerzas del orden habían participado y acabado la rebelión, fue beneficiado con algunas dotaciones de tierras, como a aquella en que se les dotó a la Villa de Valparaíso con 11 mil 564 hectáreas, siendo afectada la hacienda de  San Agustín con más de 9 mil. Por eso no era un tema de causalidad que Felguérez encabezara la defensa de las haciendas. Eso se dejó notar cuando se supo del fin de Martínez y Talamantes como rivales, en que llegó Manuel Felguérez (hijo de Rogaciano) con más de 500 hombres para defenderse y acabar con los líderes agraristas. Entre ellos andaban como cabecillas Pedro Quintanar, Reinaldo Cárdenas, alias “El Pecado”, Lauro Franco. Y como sabían que el movimiento agraristas estaba descabezado, fue cuando se armaron contra el gobierno que había sido partidario de la Reforma Agraria.
            La Iglesia y los hacendados tuvieron temor que hubiera represalias por su participación en la rebelión delahuertista. La inconformidad era grande, por eso aprovecharon la emisión de la Ley Penal de Plutarco Elías Calles para exigir se detuviera su aplicación y entre otras cosas realizaban complots contra la economía nacional y como en el plano zacatecano tuvieron problemas para elegir al gobernador sucesor de Donato Moreno, terminaron poniendo a Aureliano Castañeda, declarado partidario de las ideas eclesiásticas y de los hacendados.
            Mientras en esas estaban, Valparaíso acababa de salir de aquel diluvio que duró cerca de 35 días y los desastres eran mayores. Al mismo tiempo fue el año que la élite de gobierno municipal tuvo problemas porque cada diciembre se elegía nuevo ayuntamiento y había quedado para gobernar el de 1925 la planilla encabezada Rigoberto Valdés y Valdés pero por las presiones de un ingeniero que medía las tierras para ser fraccionadas llamado Enrique Sánchez Ortiz y Lauro G. Caloca, así como una parte de la élite del valle que se oponían a las ideas de Valdés, lo derrocaron en marzo quedando en su lugar Carlos González, pertenecientes al grupo simpatizante de los hacendados y de la iglesia.
            Ese mismo año fueron sorprendidos repartiendo propaganda entre la población de Valparaíso, a los sacerdotes Adolfo Arroyo, al mismo Mateo Correa y a Vicente Rodarte, Lucilo Caldera y Pascual Padilla. Algunos implicados muy fuertemente eran Manuel Luna. Por eso fueron recluidos a la cárcel de Santo Domingo. Por intermediación de varias instancias y con apoyo de personas importantes como la hacendada Luz Llaguno les mandaron alimentos y algunas otras cosas.
            Don Cipriano Piña, de la Calera de San Miguel, aseguraba haber oído varios sermones en el templo de Valparaíso y, entre lo que: “Yo recuerdo que una vez que mi mamá nos llevó a misa al Valle […] El cura del Valle era Mateo Correa, y esa vez que te digo que me llevó al Valle. El sacerdote les decía a las personas que echaran sus hijos a las tropas para defender a Cristo Rey.”[5]
Ya se cernía y se enrarecía el ambiente político pues se daban tres circunstancias: el decreto del código penal de Calles, el gobierno católico de Castañeda en Zacatecas y los conflictos político electorales en Valparaíso, así como el avance de la organización del sindicato de obreros católicos León XIII, la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, y de la Liga Nacional de la Defensa Religiosa que ya se había constituido a nivel nacional enrarecían el clima socio político.
Es decir, también el año de 1925 fue de fuertes conflictos tanto al interior de la clase gobernante de Valparaíso, como de los sectores sociales que eran los adeptos a los bandos que, por un lado, eran los defensores del gobierno federal y, por el otro, los prosélitos del clero y los hacendados.
El año de 1926 no fue tranquilo, inició con la oposición de la planilla gubernamental de la presidencia dirigida por González a entregar el poder municipal a la que había ganado el primer domingo de diciembre anterior y que gobernaría todo el año de 1926. Al final de cuentas, al derrocar al gobernador Castañeda quien solo presidió la gubernatura dos años (1924-1925) fue sustituido por el también valparadisense Leonardo Recéndez Dávila. Gracias a éste fue como se pudo arrebatar el poder a los adeptos del clero y hacendados pues con Recéndez  quien había tomado poder el 2 de marzo de 1926 fue cuando se hizo el traspaso y la declaración de legal la planilla de Epigmenio Talamantes, ganador de las elecciones anteriormente.
Pero la moneda ya estaba en el aire y ya comenzaban a detener sacerdotes y líderes de las organizaciones clericales por oponerse a eventos cívicos y a boicotear el comercio en algunas de las ciudades importantes. Lo mismo, por haberse decretado por el supuesto oficial del cierre de los templos a mediados de 1925. Solo faltaba la chispa que incendiara la pradera. Esa fue la que, principalmente sucedió en Valparaíso en Agosto de ese mismo año.
Todos sabemos que fue en Peña blanca y recorrió Peñitas de Oriente, luego subieron por Maravillas a Viudas y sus dirigentes eran Aurelio Acebedo, Trinidad Castañón; los Pinedo dirigidos por don Basilio, el patriarca de ellos; Los Sánchez y por José Pasillas quien junto con Jesús Pinedo, fueron conocidos por “El par de ases”.
Fue hasta el 29 de agosto cuando se estrenaron los bandos rivales en la toma de Huejuquilla cuando se demostró la unidad que había establecido Aurelio Acevedo, líder intelectual de los cristos, y Pedro Quintanar, comandante en Jefe de los defensores de la Libertad religiosa pues en el Valle sólo se habían levantado en armas y no habían tenido enfrentamiento con las fuerzas gubernamentales.
             Por su parte, el gobierno ya había afectado las haciendas de Peña blanca, Lobatos, San Mateo, San Miguel, San Agustín del vergel y San Juan de la Tapia a través del fraccionamiento. De igual forma, pero por la vía de ejidos, a Cueva Grande, Lobatos y la cabecera. Ambas circunstancias les dieron a ambos bandos los argumentos y fuerzas para declararse la guerra. Así pasó y aunque ya había habido enfrentamientos armados en Aguascalientes, Juchipila y Jalpa, éstos fueron en forma aislada. No fue sino hasta el 22 de agosto cuando comenzó, de un modo más organizado y planeado en Valparaíso el 22 de agosto de 1920, teniendo el antecedes del 15 de agosto en Chalchihuites en el que los soldados asesinaron al Padre Luis Batís Ortega y el sacristán Manuel Morales, Salvador Lara Puente y David Roldán Lara. Acontecimiento en que Pedro Quintanar “por petición de los vecinos, dado su prestigio como hombre de bien” acudió a salvarlos y perseguir a los de la federación.
Allí comenzó la epopeya cristera (narraciones literarias sobre una serie de acontecimientos históricos de un mismo suceso).

Causas o mecanismos generativos y personajes por su filiación de la cristiada.

En primer lugar tenemos el “coraje” por parte de la  iglesia de la pérdida de poder en los procesos educativos; de las dificultades para disponer de riquezas como bienes raíces y, sobre todo, de lo difícil que resultaba poder participar en la vida política.
            Por pate de los hacendados, la arremetida de algunos gobernantes al reparto de tierras, como fue, para Valparaíso los fraccionamientos de las haciendas de Valparaíso, San Juan de la tapia, san Agustín, Astillero, Peña blanca, Santa Ana, Lobatos y San Mateo. Algunos ranchos como Tejuján, El Terrero (Gambuta) y Atotonilco.
            Por parte de un servidor, en otros trabajos hemos demostrado que la causa primordial del involucramiento en Valparaíso, fue el tema agrario pues si se revisa el perfil de los participantes en el bando cristero se tiene que los principales dirigentes tenían relaciones de clientela con los hacendados. Vayamos por partes.
            Según Cipriano Piña, hermano del líder que logró el reparto para la Calera de San Miguel, de San Miguel se incorporaron 22 trabajadores de la hacienda en defensa de las tierras de la “Curra” Amalia del Hoyo, mamá del Poeta Roberto Cabral del Hoyo, y quienes participaron la mayoría de los Bonilla, principalmente Francisco a quien le decían “el mechón”; de San Mateo se involucraron Jesús y Emeterio Blanco pues desde hacía años habían sido trabajadores de confianza en la hacienda. En San Agustín, destacan Los Francos, El Pecado -Reinaldo Cárdenas-; en Peña Blanca los rancheros encargados de administrar la hacienda que era propiedad de Herlinda Rivera viuda de Villalpando y que por haber sido afectada, para 1926 en tres ocasiones. De allí que los Pinedo fueran los que encabezaran el movimiento.
Por encima de ellos había tres personajes con alto grado de conciencia antigobiernista pues su formación era de arraigo a la vida ranchera y antirrevolucionaria. Por un lado Aurelio Acevedo, que había sido hijo de Fructuoso Acevedo, administrador de San Antonio de la Sauceda y de San José de Llanetes, pero había sido muerto por los villistas en 1913 cuando había ido a rescatar a Trinidad Rivas, su par a quien habían plagiado los revolucionarios. Por eso su rechazo a todo lo que oliera a revolución lo justificaba con su orfandad.
En el mismo sentido, en su vida ranchera había conocido la independencia y, a la vez, su cercanía con la Iglesia, pues había nacido en Potrero de Gallegos pero su actividad lo hacía migrar de un lugar para otro. Su fe religiosa fue unida a su rechazo al gobierno y a su espíritu de necesitar poco del gobierno, por ello no fue difícil convertirse en un líder nato contra el gobierno.
Por otra parte estaba Pedro Quintanar, quien ya había participado en todas las guerras. En 1913, cuando se dio la toma de Valparaíso por la gente de Pánfilo Natera, fungía como Jefe de guarnición en la cabecera. En marzo de 1914 se incorporó al ejército federal que defendía la plaza de la ciudad de Zacatecas como Capitán en la sección de guías llevando consigo a su hijo Ignacio con grado de Sargento. Éste fue muerto en Guadalupe cuando no logró escapar a Aguascalientes en su huida.
Formó parte de las Defensas Sociales que persiguieron a los villistas del Valle. A él le tocó estar en 1916 cuando le tendieron la trampa a Santos Bañuelos en la Purísima, por San Juan Capistrano y Santa Lucía. Eso sucedió después del 8 de marzo en que se incorporó a las fuerzas del carrancista Eduardo Hernández, quien a la postre se convirtió en el General que dirigió la Legión de Honor que formara parte de la fuerza dirigida por Francisco Murguía y que combinando fuerzas persiguieron a Francisco villa durante los años de 1916 a 1920. También simpatizó con el movimiento de Adolfo de la huerta en 1923 y 1924 y fue puesto en libertad en enero por órdenes de Julio Martínez. Se amnistió entre marzo y abril y se recluyó en su rancho de Escobedo perteneciente a Milpillas.
Su historia Familiar se enlazaba con los dueños de las haciendas de San José de Llanetes y Purísima de Carrillo pues su bisabuelo Juan Quintanar se había casado con Dominga Miranda, hermana de Manuel María Miranda Quien se casó con una señora de apellido Chávez y habían tenido a María Guadalupe y Manuel María Miranda. Estos hermanos se casaron con otros hermanos. La primera con remigio Zamora y el otro con Petra Zamora.
El papá de pedro, Antonio, se casó con Martha Zamora y allí le nació en parentesco y como los Miranda de San José de Llanetes eran primos hermanos de la esposa de Rogaciano Felguérez –María Guadalupe- no es difícil deducir que Quintanar, dado su prestigio militar y de hombre que había peleado en casi todas las guerras, se involucrara con las fuerzas de la Iglesia. Aunque hubo un periódico que anunció que Quintanar se había rendido porque había tomado las armas en estado de ebriedad, la revista David, asegura que solo fue para dar tiempo en que se armaran otras localidades en la defensa de la religión. Se sabe, además, que después de los arreglos en junio de 1929 en la hacienda de San José de Llanetes, Quintanar se fue a radicar a Chihuahua desilusionado por haber sido utilizado por el clero sin haber logrado nada.
Había un tercer personaje: Justo Ávila Cataño. Él era un veterano de la revolución Mexicana y, además, villista. Militó en las fuerzas de Santos Bañuelos y al quedar son su líder, decidió realizar las mismas acciones que su General Francisco Villa. Se trataba de debilitar al gobierno carrancista hasta triunfar. Por ellos soló la región occidente del Estado, especialmente Valparaíso, pues le dio más de tres ataques desde 1917, siendo el de mayor envergadura el del 18 al 21 de mayo de 1918.
Para pacificarlo, recurrieron a los mismo métodos utilizados con Francisco Villa: le dieron las tierras pertenecientes a tres haciendas: Chacoaco, Santana y Purísima de Carrillo. La cantidad sumaba más de 9300 hectáreas y se incluían los ranchos de Las Rusias, Jarillas, El Tular y Ciénega Grande. El pacto de cesión fue entre Justo Ávila y sus más de 40 seguidores, entre los que estaban sus hermanos Francisco; sus sobrinos Miguel y Remigio; uno de apellido Félix y su hijo Isidoro, se realizó en 1921 siendo gobernador el doctor Donato Moreno.
Dado el poder que adquiría Justo y, según las quejas de los vecinos en el sentido que se quería convertir en un tipo de hacendado el gobierno de  Aureliano Castañeda y luego Fernando rodarte, comenzaron a organizar a varios individuos que por motivo de las guerras se habían emigrado a Estados Unidos o a algunas ciudades cercanas, para que se organizaran y solicitaran tierras de las que disponía Ávila e instalaran colonias de agricultores. Así fue como nació la idea de impulsar la colonia “Fraternal” y la Benito Juárez. Y como cada vez los trámites avanzaban, fue como Justo vio en el movimiento cristero la posibilidad de involucrar a su gente en la defensa de sus tierras. Por eso fue involucrado hasta noviembre de 1927 cuando se veía amenazado su territorio. También se dice que no quería involucrarse, pero que fue atacada la gente que formaba su ejército y que por eso se vio envuelto en la vorágine cristera.
Como verán, hay mucho que decir. Por esta vez solo hacemos la introducción de un tema muy rico que no se agotará hoy y que en otro momento continuaremos aportando datos nuevos sobre este conflicto que tuvo su escenario en el Valle de Valparaíso, así como en el de Huejuquilla, principalmente.
Literatura consultada:
Luis Rubio Hernansaez. Zacatecas Bronco, 2010.
Oliverio Sarmiento Pacheco. Tierra Sociedad y Política en Valparaíso, 1826-1940”;
2013, tesis doctoral –está en prensa-.
Archivo Histórico del Estado de Zacatecas (AHEZ).
Archivo General de la Nación (AGN).
Archivo del Registro Agrario Nacional (ARAN).
Archivo del Departamento de Fraccionamientos rurales (ADFR).
Hemeroteca de la Biblioteca “Mauricio Magdaleno” en la Ciudad de Zacatecas.
Copias de cortesía de colegas cronistas como José Manuel de la Riva Esquive, de 
Saín Alto y de José Arturo Castillo Ramírez de Río Grande.
Entrevista a Cipriano Piña, vecino de la Calera de San Miguel.


Jalpa, 27 de enero de 2017.







[1] Rubio Hernansaez, Luis. Zacatecas Bronco. Introducción al movimiento cristero en Zacatecas y norte de Jalisco. 2010.
[2] AHEZ; Fondo Revolución; Serie, post revolución; “Denuncia por su apresamiento en enero a abril de 1924”.
[3] Enhenar. “Cubrir o proteger con heno”. http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=enhenar
[4] Cortesía de Esquivel de la Riva, José Manuel, Cronista adjunto de Saín Alto, Zacatecas.
[5] Cipriano Piña, entrevista enero del 2006.





2 comentarios:

Unknown dijo...

¿Cuál de estas fotografías es Julio Martínez? Yo soy su bisnieto. Estoy buscando una fotografía de él. Gracias. Juan Alfredo Martinez-Arjona (fratermacarius@gmail.com)

uctrideager dijo...

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